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domingo, junio 11, 2006

En manos de Nery Ochoa la luna si es de pan de horno

Evelin Antolinez
Mail: paisana1709@hotmail.com

La tarde ya empezaba a caer y allí estaba ella, con la mirada perdida, sentada en su gastado mueble de mimbre, justo detrás una de las dos hojas de la puerta de entrada de su casa.
Aun flotaba, como una hoja seca, el olor a harina tostada, ingrediente principal de la granjería criolla que desde hace más de medio siglo brota de las manos de la señora Nery Ochoa, una mujer humilde, casi nonagenaria, oriunda de la población de San Rafael de Orituco.

- Yo aprendí a hacer el pan de horno desde chiquita. Mi mamá me ponía a mí y a Matilde, mi hermana, para que aprendiéramos. “Vengan para que aprendan”- decía mi mamá - “ya Matilde se fue a caminar” pero yo me quedaba pegadita aprendiendo.

Y vaya que aprendió. Hoy sus dulces recorren el mundo, para satisfacer las nostalgias de los orituqueños que por una u otra razón se fueron a probar fortuna lejos de los predios del Orituco y que empaquetaron junto con sus pertenencias el tesoro de sus recuerdos.

- Nosotros elaboramos sobre trescientas piezas semanales y en temporadas buenas hacemos el doble. También hacemos por encargos para exposiciones o para el exterior. Tú sabes que este pan de horno ha ido a muchos países. A Norteamérica, a Europa. Son personas venezolanas que van a viajar y llevan pan de horno. Por ejemplo, para España siempre mandamos.

Lo dice así, como al descuido, pero con el orgullo reflejado en sus ojos y en el timbre de su voz. Una voz dulce y cansada. Sus 86 años ya le pesan y si no que lo digan sus piernas, hoy resistidas a seguir el camino que antaño la llevaba, varias veces al dìa, desde la cocina hasta el viejo horno de barro y leña. Siempre con su bandeja de golosinas.

- Ahora estoy inválida de una pierna. Mi hijo Carmelo es quien hornea, porque el no quiere que vaya pàl horno por lo de la pierna. Pero no me voy a hacer nada en esa pata, ya estoy vieja. Después de la caída pasó que me dio un páramo y una fiebre altísima. Era una flebitis, ahora tengo las piernas dormidas. Eso también puede ser por la horneada. Carmelo sabe hacer el pan de horno, pero como a mi todavía me gusta eso, yo los hago y él los hornea.

Hornea y nos describe el proceso. En una antigua batea de madera aguardan los tejos, las roscas, los rosquetes y las empanadas rellenas con dulces de lechosa, auyama, batata o topocho,. Su aroma es inconfundible. Tienen el sello de las Ochoas.

- Para esto se necesita maíz Cariaco o Amapito, como también le dicen. Es un grano más blanquito, pero te voy a decir una cosa: ese no es puro, puro. Ese está entreverao, porque el puro, puro es de colores. Vienen granos amarillos, moraos, otro azules. Mira ahí, algún granito se consigue – dice Carmelo, mostrando un tobo lleno de granos de maíz.

Y de aquí en adelante la madre le sede el protagonismo al hijo. Nadie se imaginaría que detrás de ese cuerpo de hombre grande y fornido se esconde un alma de pandehornero.

- Este proceso es muy rudimentario y sobre todo, manual. Hoy en día todo es lo rápido, todo está mecanizado. ¿Te imaginas a un joven de ahora con una máquina de moler antigua, a pulso? ¿Tú crees que lo harían? Tendrían que ser gente del campo o pueblerinos, donde todavía puede que exista eso.
Nosotros compramos el maíz esgranao y no se pila. Se pone a tostar y después se muele. Poco a poco, porque si no se atora la máquina. Esto se lleva a harina, lo más fino que se pueda, así seco, mojao no sirve.
Después de eso se le agregan los ingredientes, de acuerdo a lo que quieras hacer. Si son tejos; llevan lo que es anís y canela. La empanada y la rosca te llevan es bicarbonato y sal, el dulce se lo da el papelón. Para la rosca y la empanada se agrega rallao, para el tejo, en melao, derretido el papelón. La grasa que se utiliza es la manteca de res, si es de ubre de vaca, mejor. Todo eso lleva huevos, eso si, cierta cantidad, porque si se pasa, bueno….
Desde niño he tenido nociones de esto porque siempre vi a mi mama haciéndolo.
Antes se vendían a puya, a centavo, a tres por locha. Hoy están a setecientos bolívares, porque el maíz está muy caro y no se consigue.
Ahora que los dos estamos aquí, inválidos, y ella ya no puede ni moler ni hornear, yo me he dedicado a esto. Yo le preparo el material y ella lo termina. Yo lo horneo.

El proceso de horneado se hace en un antiguo horno de barro, legado de los conquistadores españoles.
Y es que ya lo había dicho antes, muy hermosamente, el poeta chileno Pablo Neruda: cuando los españoles llegaron a estas tierras, “andaban a zancadas por las tremendas cordilleras, por las Américas encrespadas, buscando patatas, butifarras, frijolitos, tabaco negro, oro, maíz, huevos fritos, con aquel apetito voraz que nunca más se ha visto en mundo…Todo se lo tragaban, con religiones, pirámides, tribus, idolatrías iguales a las que ellos traían en sus grandes bolsas…Por donde pasaban quedaba arrasada la tierra…Pero a los bárbaros se les caían de las botas, de las barbas, de los yelmos, de las herraduras, como piedrecitas, las palabras luminosas que se quedaron aquí resplandecientes…el idioma. Salimos perdiendo…Salimos ganando…Se llevaron el oro y nos dejaron el oro…Se lo llevaron todo y nos dejaron todo…Nos dejaron las palabras.”
Y junto con las palabras nos legaron una cultura mestiza, mezcla de lo mejor de ambos mundos, sobre todo, en el sentido utilitario de las cosas. Una sencilla prueba de ello es el sabroso pan de horno que elaboran Nery y Carmelo. En ellos se fusiona la tradición indígena con la cultura española, en una amalgama de criollo maíz Cariaco y papelón, que unido con la canela y el anís, traído allende los mares por los hombres blancos, dan forma a los inigualables tejos, roscas, rosquetes y empanaditas dulce, único medio de subsistencia de esta mujer y de su hijo.
Pero el toque especial de este exquisito manjar popular se lo da el hecho de ser horneados en una antiquísima cúpula de barro, al calor de la leña, otro aporte de culturas foráneas.

- Este tipo de horno es ya historia. Lo trajeron los españoles durante la conquista - decía el pandehornero de San Rafael, con orgullo y humilde sapiencia, en entrevista exclusiva para Orituco.com – Date cuenta que este horno es una cúpula, como un domo. Yo creo que a España fue introducido por los árabes.
Este es un horno que hornea por la parte de arriba, con puro vapor. Eso no lleva llamas, sólo brasas, porque como tiene dos entradas: uno por donde se meten y sacan las bandejas y otra que sirve de aireación, para que si está muy caliente entre algo de brisa y lo refresque.

Allá, en el patio, permanece el hormo, sencillo y majestuoso. Como un gran dios sobre su pedestal. En sus paredes quedan las huellas de los años y del uso.

- Este horno está hecho de barro y paja. Es el mismo material que se utilizaba para hacer las casas “empañetadas” como de bahareque. La cúpula es una estructura de bejucos y mi mamá le mandó a poner tela metálica para que se sostuviera más, como un enmallado. Está hecho con bejuco de agua, eso ahora no se consigue. Las bases no son huecas, están rellenas con unas piedras que se llaman mollejonas: no es una piedra corriente. Sólo se consigue en cerros y esas cosas, ella agarra mucha temperatura. Además tiene vidrios picaitos y mucha sal en granos. Esa es la base, como un mesón. Arriba tiene barro y ladrillo, que es lo que agarra temperatura y lo transmite a las piedras. Por eso, después que se calienta dura dos y hasta tres días así, caliente. Aun si no lo tapas. Por eso la cocción del pan de horno no dura ni cinco minutos.

Nery y Carmelo son verdaderos alfareros del sabor. Ejemplo de constancia y tradición, de trabajo duro y amor compartido en cada bocado de pan de horno que se convierte en harina en la boca. Son uno de los elementos esenciales de esta tierra que con su sudor y tesón hacen grande nuestro gentilicio de orituqueños.






miércoles, junio 07, 2006

ELEGIA A MANDARINA





















Evelin Antolinez
paisana@hotmail.com

Graficas: Oscar Itriago

Este jueves, 1 de junio de 2006, Altagracia de Orituco perdió a uno de sus héroes. Un héroe anónimo que vivió y murió batallando su destino por las calles del pueblo. Isidro José Paredes, mejor conocido como Mandarina, se fue con la tarde, pero dejó su estela de aromas a frutas frescas. Su imagen de niño se perdió en la memoria para dejar grabada para siempre su estampa de hombre humilde, casi anciano, eternamente acompañado de su inseparable carretilla, quien hoy huérfana, añora sus manos callosas y sus pregones…
- Llevo el cambur, llevo la mandarina, llevo el chicharrón…
Se apagó la voz de este pregonero de la sencillez, aunque su eco retumba desde el Chala hasta la calle Bolívar.
Ya los amaneceres no serán los mismos, Mandarina. Falta tu mirada pequeña y profunda, tu sonrisa siempre dispuesta a la chanza flotando en el viento con tu aliento aguardientoso.
Hoy, estoy segura, arrastras tu carretilla por las calles del cielo, esparciendo en cada gota de rocío, tu esencia anaranjada y dulce, para hacer menos dolorosa tu ausencia.