A seis manos por Evelin Antolinez, Luis Edgardo Ramírez y Oscar Itriago Pimentel
Taca tataca tá …
“Tre toques no mà
Pa’lante y pa’tra
San Juan Bautista
Te vamo a llevà
A hacer el velorio”
Taca tataca tá
Tre toques no ma
El tambor “Cumaco” retumba en el zaguán de la antigua casa de Luis Nieves. Él, nacido y criado en San Francisco Javier de Lezama de Orituco, estado Guárico, es hoy día el actual capataz de los negros Kimbánganos de su pueblo y se prepara para rendirle culto a San Juan Bautista. Desde niño el tambor resuena en su sangre y ahora de adulto se niega a dejarlo morir. En cada cana, en cada surco de su cara y en cada callosidad de sus manos hay un recuerdo con sabor al viejo madero, fabricado con un tronco hueco con su parche de cuero.
Luis Nieves asegura que el culto a San Juan Bautista, a través de la manifestación de los negros kimbánganos, se remonta al siglo XVII, cuando un grupo de esclavos llegó a la Hacienda Tocoragua, procedente de la lejana Angola.
Este asentamiento estaba situado a cuatro kilómetros de Lezama (aún permanece allí) y luego de la guerra de Independencia y de la abolición de la esclavitud, pasó a manos del General patriota Francisco Manuitt.
Estos primeros esclavos del continente africano trajeron consigo creencias, instrumentos, danzas y cultos dedicados a sus antiguos dioses, pero pronto fueron reprimidas mediante férreos castigos. Sin embargo, la astucia del negro se impuso, y en un acto de transmutación mágico religioso, el lejano y adorado Achè, pasò a llamarse San Juan Bautista. De esta forma podían festejar y honrar a las deidades africanas bajo el amparo de las imágenes religiosas impuestas por los españoles.
Así nace la manifestación folklórica de los negros kimbánganos de Lezama. Este baile, de carácter pagano religioso se inicia cada 23 de junio, con un velorio al santo, la víspera del día de San Juan.
La celebración se inicia con una procesión que lleva adelante al tambor cumaco, que cargan en hombros los punteros y que va marcando el toque llamado “tres golpes” o tambor canto antifonal:
“Tre toques no mà
Pa’lante y pa’tra
San Juan Bautista
Te vamo a llevà
A hacer el velorio”
En tanto el coro se va repitiendo luego de cada improvisación en honor a San Juan…
“Tre toques no mà
Pa’lante y pa’tra”
Los hombres recorren el pueblo con su indumentaria compuesto por un gorro profusamente adornado con cintas de colores y machetes de madera. Después de este paseo se inicia el baile con un golpe lento llamado Lucero, seguido del medio lucero:
Permiso pido señores pa’ cantarle este Lucero
Eh, eh, ah
A Orituco punto com
Que recorre el mundo entero
Eh, eh, ah
Tras una serie de versos improvisados por la voz del cantante, se concluye con la “Jinca” donde se acelera el tambor y se tranca el ritmo de la danza.
En este punto flamean los machetes de madera, en una batalla entre el bien y el mal y dentro de ella, se figurea una pantomima, llamada “los calambres”, muy semejante a la del Tamunangue larense.
En este punto, es más que necesario refrescar la garganta con un buen trago de licor, generalmente ofrecido por el dueño de la casa, de nombre Juan o Juanita, quien abrió sus puertas de par en par, al igual que su corazón, para dejar entrar un poco de esta tradición mestiza, tan parecida a todos los que compartimos el Valle del Orituco.
Fuente viva: Luis Nieves. Actual capataz de los negros Kimbánganos de San Javier de Lezama, Edo. Guárico.
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