Por: Prof. MSc. María M. Luna
Prof. María Luna: Magíster en Historia de Venezuela e investigadora de la tradición de los Negros Kimbánganos de Lezama; es autora del libro “Manifestación Cultural de los Negros Kimbánganos de Lezama”, el cual será publicado próximamente por la Editorial El Perro y La Rana. Este trabajo representa un valioso aporte documental que profundiza aspectos históricos relacionados con el origen y desarrollo de esta festividad en honor a San Juan Bautista. Además es una investigación que contribuye con el fortalecimiento de la Historia Regional y Local del estado Guárico.
San Francisco Javier de Lezama antes de la llegada del conquistador español fue un pueblo de indios originalmente llamado “Lizama”. Los Guaiqueríes que habitaron estas tierras desde tiempos prehispánicos, adoptaron organizaciones económicas primitivas con un régimen social colectivista basado fundamentalmente en la división del trabajo y en las relaciones de parentesco. Por eso para cuando los conquistadores llegaron a propósito de la fundación del pueblo, ya los Guaiqueríes cultivaban la tierra.
Así, en la medida que los blancos criollos y peninsulares ocuparon las tierras comunales indígenas, se asentaron en ellas conformando haciendas y hatos e incrementando con tales acciones sus posesiones territoriales a efecto de que estas pasaran a ser patrimonios privados de grupos familiares.
En las adyacencias de Lezama, los indígenas fueron gradual y sistemáticamente despojados de sus tierras. Ya a mediados del siglo XVIII se habían dado las condiciones necesarias para la formación del latifundio colonial y la mayor explotación de los indios. Esto explica el porqué a pesar de ser Lezama un pueblo de indios, la mano de obra indígena se hizo casi inexistente para los siglos XVIII y XIX; pues, la intensa actividad agrícola suscitada en las haciendas circunvecinas - producida, en parte, por el establecimiento del latifundismo familiar - aceleró su extinción. Y es por ello, entonces, que la demanda de esclavos provenientes de África se hizo indispensable para poder garantizar el nivel de producción, especialmente en el cultivo de tabaco, cacao y caña de azúcar.
La incorporación masiva de los esclavos de origen africano en las unidades de producción orituqueñas fue notablemente ascendente. Una de las haciendas más conocidas de esta jurisdicción fue la hacienda Tocoragua, ubicada aproximadamente a cuatro kilómetros al norte de Lezama. Ésta fue reconocida hacia la segunda mitad del siglo XVIII como una de las haciendas más importantes de la región, debido a la intensa actividad agrícola caracterizada por la siembra de cacao y posteriormente de caña de azúcar. En este sentido, la fertilidad de sus tierras, los trapiches, la numerosa presencia de mano de obra esclava y los altos niveles de producción, entre muchos otros aspectos de relevancia, hicieron de Tocoragua un lugar impregnado de historia y, por demás, sitio emblemático en los valles del Orituco.
Una vez establecidos los esclavos en esta hacienda, sobrevino un marcado sincretismo religioso que dio origen a la tradición de los Negros Kimbánganos de Lezama, la cual es una manifestación autóctona, debido a que sus inicios coincidieron con hechos de marcada trascendencia, tales como: la numerosa presencia de esclavos de origen africano en estas tierras, la cristianización obligatoria, el apego de los negros a sus propias creencias y la aparición legendaria de San Juan Bautista en Tocoragua.
Sin duda, estas circunstancias conllevaron a un proceso de continua imposición y resistencia. No obstante, en reacción al sistema de represión imperante, los esclavos procuraron ver en el santo católico un símil de sus propios dioses, siendo este comportamiento una señal de sumisión aparente para evitar los cruentos castigos de los cuales eran víctimas en caso de insurgencia.
De esta manera se inició la referida tradición; con los esclavos trasladando a San Juan Bautista cada 24 de junio, por los caminos que desde Tocoragua conducían hasta la Iglesia de Lezama. Así se desarrolló progresivamente la Manifestación Cultural de los Negros Kimbánganos. A la festividad se sumó el tambor, la danza y los cantos de negros para venerar al santo. En consecuencia, este proceso confluyó en un sincretismo religioso donde se conciliaron costumbres heterogéneas procedentes de las prácticas católicas y de las tradiciones africanas.
En la actualidad, los Negros Kimbánganos de Lezama celebran cada año el día de San Juan Bautista. Nunca falta el emblemático tambor, la típica danza ni los cantos improvisados, como tampoco la actitud de adoración. En el ritual de los Negros Kimbánganos, la participación es predominantemente masculina. El rol de las mujeres está vinculado con los preparativos de la fiesta o, a lo sumo, con el baile de la “jinca” pero no frente al santo.
Durante la ejecución de la danza y el canto, algunos gestos hacia el santo se tornan desafiantes, así como muchos movimientos “lascivos”. Además, existen expresiones como el “oh yo yo que te saco los ojos”, que aún revelan rasgos de rebeldía y que son, probablemente, el reflejo de aquellos tiempos en los que la cristianización forzada y la imposición del santo contribuyeron a dar origen a la manifestación.
Es importante enfatizar que la Manifestación Cultural de los Negros Kimbánganos representa una parte esencial de la cultura popular de Lezama y, en tal sentido, posee características específicas que no se repiten en otra celebración realizada en honor a San Juan Bautista.
Esta tradición es un ejemplo a través del cual se realza el fervor de los lugareños por mantener sus costumbres y creencias religiosas. La tradición oral que se difunde en Lezama y que a la vez refleja el saber del pueblo en torno a sus raíces y a su propia identidad cultural, se considera un reservorio valioso para emprender nuevas investigaciones que permitan ahondar con mayor especificidad los orígenes de la cultura local.
La Prof. Marie Luna con los cultores de la tradición
Procesión del santo por las calles de Lezama
Tambor Kimbángano
Baile de la Jinca
No hay comentarios.:
Publicar un comentario